El Niño Chicho: El angelito de Ica que transformó la tristeza en fe

El Niño Chicho: El angelito de Ica que transformó la tristeza en fe

Un terremoto que marcó la historia

El quince de agosto del 2007, a las seis y cuarenta de la tarde, un terremoto de gran magnitud sacudió el sur del Perú, dejando una estela de destrucción, especialmente en la región de Ica. Entre las víctimas se encontraba un niño muy pequeño, cuyo nombre era José Luis Tipacti Peña Vásquez, cariñosamente conocido por su familia y vecinos como “Chicho”.

Chicho salió de casa aquella tarde para visitar una cabina de internet, ubicada en la calle Ayacucho, a pocas cuadras de su hogar. Cuando la tierra comenzó a temblar, intentó regresar, pero una pared colapsó y terminó por arrebatarle la vida. Su cuerpo fue hallado por rescatistas entre los escombros. La conmoción de su familia y de toda la comunidad fue inmensa.

En el lugar donde Chicho partió, sus vecinos colocaron una cruz como acto de recuerdo y respeto. Con el tiempo, este pequeño gesto se convirtió en un punto de encuentro espiritual. Una mujer mayor fue la primera en afirmar que, tras rezar en ese sitio, su radio averiada comenzó a funcionar sin explicación. Este hecho marcó el inicio de una devoción popular.

Pronto comenzaron a llegar personas de toda la ciudad con peticiones y agradecimientos. Algunos aseguraban que Chicho les había ayudado a recuperar la salud, encontrar trabajo o resolver problemas familiares. Su tumba en el Cementerio General de Ica se transformó en un lugar de peregrinación.

Testimonios de fe y milagros

Numerosos testimonios fortalecieron la fe de los devotos:

  • Una madre, cuya hija pequeña fue diagnosticada con un mal grave, afirmó que tras encomendarse a Chicho y colocar una imagen suya en la habitación, la niña mostró una sorprendente mejoría.
  • Vianka, una fiel devota, aseguró haber recibido varios milagros: uno económico y otro relacionado con su salud. En agradecimiento, se tatuó la imagen del niño en la espalda y construyó una pequeña gruta en su honor.
  • Un padre de familia contó que, tras mucho tiempo de no poder concebir, logró tener un hijo luego de rezar con fe en el santuario de Chicho.

Estos relatos se suman a muchos otros, generando una red de fe viva que trasciende generaciones.

El santuario de la calle Ayacucho

Hoy, en la cuadra conocida de la calle Ayacucho, esquina con Nasca, se encuentra una gruta dedicada a Chicho. El altar, hecho de madera y decorado con flores, juguetes, fotos y velas, es mantenido con esmero por la familia del niño y por decenas de voluntarios que colaboran en su cuidado.

El lugar se ha convertido en un punto de encuentro para creyentes que llegan con plegarias y ofrendas. Muchos llevan cartas, dibujos, juguetes o velas como muestra de gratitud. Los domingos y fechas especiales se celebran misas y vigilias, especialmente en el aniversario de su fallecimiento y el día de su cumpleaños.

La familia de Chicho y su legado

La madre de Chicho, Edith Peña Vásquez, es la principal impulsora del culto. Ella afirma que su hijo no realiza milagros, sino que es un intercesor ante Dios. "Chicho es un niño de Dios, él no hace magia, pero si uno tiene fe, Dios escucha a través de él", afirma con convicción.

Cada diciembre, la familia organiza colectas de ropa, alimentos y juguetes para llevar a niños en situación vulnerable. Todo lo recaudado proviene de donaciones voluntarias de los devotos. Además, han difundido su historia en redes sociales y medios locales, recibiendo muestras de afecto desde todo el Perú e incluso del extranjero.

Entre la fe y la controversia

Como toda manifestación popular, la devoción a Chicho no está libre de críticas. Algunos cuestionan la veracidad de los milagros, e incluso ciertos grupos religiosos han tildado el culto como "idolatría". Sin embargo, para quienes han vivido de cerca experiencias de fe, la figura de Chicho representa una fuente de consuelo y esperanza.

La familia aclara que no existe ningún tipo de comercio en torno a su imagen. Las estampas, velas o recuerdos se entregan como obsequios, y los aportes económicos son usados únicamente para el mantenimiento del santuario o fines benéficos.

Conclusión: un niño convertido en símbolo

La historia de Chicho es, en el fondo, la historia de cómo una pérdida puede transformarse en luz. El niño que partió en uno de los momentos más difíciles de la historia reciente del Perú, hoy es recordado como un “angelito” que acompaña a muchas personas en sus momentos más sensibles.

Su memoria vive no solo en la gruta de la calle Ayacucho, sino en los corazones de quienes han encontrado en él un motivo para seguir adelante. Chicho es, sin duda, un testimonio del poder de la fe popular y del amor que trasciende la vida terrenal.

Pie de página - Chincha
Ir al inicio ↑