Melchorita, chinchana de Fe
Melchorita Saravia, nace en un hogar cristiano, aunque pobre y campesino. Nació en el pueblo de San Pedro Ñoco Bajo, actualmente Distrito de Grocio Prado, Provincia de Chincha Departamento de Ica, siendo las once de la noche del 6 de enero de 1897, Sus padres fueron don Francisco de Sales Saravia Munayco y doña María Agripina Tasayco Rojas, fue bautizada el día 9 de enero de 1897 en la Parroquia de Santo Domingo de Chincha. Según el testimonio de sus familiares, desde los cuatro o cinco años mostró inclinación a ir a la escuela, lo contrario de tantos otros niños y niñas, pero su madre, no se lo permitía. Entonces ella agarraba todo libro que podía como queriendo aprender, pero en igual modo tenía que dejarlos porque no le enseñaban a leer. Igualmente agarraba los juncos para aprender tejer, sombreros y también tenía que dejarlos, pues todavía no tenía aptitud natural para ello. Más bien, en lo que aprovechó antes de ir a la escuela fue en aprender las oraciones y catecismo porque eso sí le enseñaron su padre y su madre. Y dado su gran deseo enseñarles a dominar el catecismo.
El Camino de la Fe y el Servicio
A pesar de las responsabilidades familiares que la pobreza le impuso, Melchorita no abandonó su devoción. Los domingos y días festivos, se embarcaba en una travesía de cinco kilómetros desde Chincha Alta para asistir a la primera misa del día. Su fe ardiente la guiaba, y su ejemplo inspiraba a aquellos que la rodeaban.
El Llamado a la Vida Religiosa
En 1924, el presbítero Miguel Gamarra del convento Franciscano de Ica abrió las puertas del noviciado de la Tercera Orden Franciscana a la joven Melchorita. Esta decisión marcó el inicio de una vida dedicada al servicio y la espiritualidad.
La Sencillez que Conmovía Corazones
Melchorita era conocida por su vida sencilla y humilde. Para sus vecinos, era un faro de bondad. Su existencia, centrada en la fe y el prójimo, ilustraba que la verdadera riqueza residía en el corazón.
El Legado de Amor a la Eucaristía
Para Melchorita, la Eucaristía era el centro de su vida espiritual. Su devoción hacia la presencia real de Jesucristo en la hostia consagrada la impulsó a una entrega total. Cada acto, cada sacrificio, estaba impregnado de amor por su Señor.
Devoción a la Virgen y a San Francisco
La Virgen Santísima ocupaba un lugar especial en el corazón de Melchorita. Cada día, rezaba el Santo Rosario en su honor. Además, su ingreso a la Tercera Orden Franciscana fortaleció su devoción a San Francisco, cuyos ideales de humildad y servicio intentó emular con fervor.
Un Legado de Esperanza y Caridad
La vida de Melchorita fue un testimonio de esperanza y caridad. Su fe inquebrantable la guió, y su amor por el prójimo la impulsó a acciones concretas. Trabajó incansablemente para asegurar la celebración de la Misa en Grocio Prado, demostrando que la perseverancia puede mover montañas.
Una Invitación a la Reflexión
La vida de Melchorita Saravia nos enseña que la grandeza no se mide en riquezas terrenales, sino en la virtud y la dedicación a Dios y al prójimo. Su legado perdura como un faro de luz en la historia de Chincha.